Un nuevo tipo de trabajador ha aparecido en escena, un trabajador alejado del prototipo existente en la economía tradicional, es decir, aquel trabajador manual e instrumental cuyo trabajo era el factor de producción. En la nueva sociedad, a diferencia del trabajador manual, aparece el trabajador del conocimiento, el cuál es el propietario de los medios de producción, ya que estos medios son sus conocimientos.
Por tanto el factor de producción ya no es el trabajo sino el conocimiento, por ello el trabajador del conocimiento es el activo más valioso de cualquier empresa cuya meta sea la supervivencia, no su equipo de producción.
En la nueva economía, el trabajo pasa a ser un producto que el trabajador brinda a una organización, esta organización es y debe ser vista como un recurso de que dispone esta nueva clase de trabajador global donde aplicar sus conocimientos. Igualmente este trabajador puede brindar este producto, es decir, su trabajo a varias organizaciones.
De esta forma surge la figura de un nuevo tipo de trabajador: el trabajador del conocimiento o el "profesional flexible". Este trabajador pasa a ser, de algún modo, un autónomo de su conocimiento que brinda dónde se le da la posibilidad de hacerlo.
Pero, como dice Martín Carnoy en El trabajo flexible en la era de la información (2000), “la flexibilidad laboral tiene un precio” y ese precio no es más que la brecha que se produce al pasar de la uniformidad a la diversidad organizativa. Hay que tener en cuenta que en el trabajo, entendido como centro físico donde se acude a trabajar, transcurre gran parte de la vida de las personas y se generan lazos y relaciones sociales de gran importancia. Por ello con la flexibilidad se corre el riesgo de exclusión. Esta diversidad o flexibilidad puede crear diferenciación y segmentación de los trabajadores, que mal gestionada puede ser un grave problema a nivel social.
Siguiendo con las reflexiones de Carnoy sobre la flexibilidad y sus riesgos cabe citar la frase donde indica que la flexibilidad “separa a los trabajadores de las instituciones sociales, como la familia o trabajos estables, que en el pasado sirvieron de apoyo a las expansiones económicas, así como al cuidado y desarrollo de la siguiente generación. Si no se quiere ver amenazado el crecimiento económico a largo plazo y la estabilidad social”, según Carnoy, “serían necesarias nuevas instituciones integradoras para hacer socialmente sostenible la nueva economía”.
Estas nuevas instituciones integradoras funcionarían como un ecosistema empresarial, donde, los trabajadores encontraran la suficiente libertad para moverse entre empresas, gestionar su trabajo y ofrecer sus conocimientos a distintas organizaciones, que a la vez funcionan entre ellas mediante alianzas, pero sin perder el contacto con el mundo real, sin verse excluidos.
La nueva sociedad del conocimiento abre un nuevo modelo o un cambio en el paradigma, donde lo que anteriormente era imprescindible ahora ya no lo es. En la nueva economía han habido y habrán cambios, primero porque los modelos de negocio han cambiado y segundo porque muchas de la tareas que se realizaban en la economía tradicional, en la sociedad industrial, o ya no son necesarias o bien se pueden automatizar sin grandes problemas ni técnicos ni económicos.
Los trabajadores de "cuello azul" o blue-collard tal y como los llama Jeremy Rifkin en su libro el fin del trabajo, es decir, empleados fabriles, operarios, mecánicos, se están viendo sustituidos por la emergente tecnología y las comunicaciones a escala global. Se puede constatar la sustitución de seres humanos por máquinas en los puestos de trabajo. A ello, se le suma la necesidad de trabajadores de "cuello de silicio", es decir, trabajadores con una alta especialización en temas relacionados con las nuevas tecnologías de la información. Pero la cantidad de trabajadores de cuello azul que pierden su puesto de trabajo no puede ser absorbida por la categoría de trabajadores de cuello de silicio ni por la de trabajadores de cuello blanco, es decir, trabajadores cuya vida laboral se desarrolla básicamente en una oficina.
En el nuevo marco empresarial, disminuye la necesidad de trabajadores poco especializados y aumenta la productividad de las empresas, como consecuencia de los adelantos en la automatización y a la reestructuración. Yoneji Masuda, uno de los responsables del plan nipón para convertir a la sociedad japonesa en la primera sociedad totalmente computarizada decía que "en el futuro inmediato, la completa automatización de la totalidad de los departamentos será un hecho, y durante los próximos veinte años probablemente se podrán observar fábricas que no requieran ningún tipo de trabajo manual".
Drucker afirmaba que la nueva sociedad sería una sociedad en la que la gestión empresarial cambiaría radicalmente su relación con sus trabajadores del conocimiento, pues éstos últimos estarían mucho menos necesitados de instituciones empresariales e incluso de la tradicional gestión del conocimiento, mientras que las empresas si estarían realmente necesitadas de los trabajadores.
De todo ello, se deprende, que es necesaria una gran reconversión tanto de la sociedad actual, como de los modelos organizativos y sobretodo, del pensamiento colectivo en cuanto a la forma de ver y actuar en el propio ambiente laboral. Se trata de una nueva revolución, un nuevo cambio en el modelo de trabajadores, esta vez, de una revolución de conceptos.
Debemos por todos los medios, intentar revertir aquella frase que decía:
"Mientras más avance la tecnología, más complicada será nuestra existencia ".
Webgrafía:
Bibliografía:
Rifkin, Jeremy. El fin del trabajo, 1994. Traducción de 1996 de Guillermo Sánchez. Ed. Paidós. ISBN: 978-84-493-2373-7
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